De como toda dicha llega a su fin o la influencia del software propietario

Si hace un par de entradas (y dos meses) os hablaba de como abandoné Windows, en este caso os tengo que dar la triste noticia de que he recaído. Y la culpa no es porque me cueste manejarme en Linux (ni por asomo, me encuentro como pez en el agua o pingüino en el polo con este sistema, con el que además llevo varios felices años), sino por el ansia lúdica que además se acrecienta las largas tardes de verano. Podía jugar al WoW desde Ubuntu, pero aún guardaba juegos en la recámara a los que ni por asomo podía jugar, y novedades que ni tan siquiera podía probar, así que el sistema de los ventanucos vuelve a tener sitio en mi disco duro (junto a Ubuntu, claro).

Como compensación a este gran pecado he instalado el mismo Ubuntu en mi nueva adquisición, de la que os hablaré en breve, y ahí si que es el único sistema, ya que su uso no va a ser precisamente para juegos de última hornada.

El día que pase de los juegos si que no habrá escusas, o cuando las empresas de software lúdico se dignen a portar los binarios a Linux…

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